Hambre Emocional

La expresión: “Cuando tengas hambre: come” suena simple y muy fácil, sobre todo cuando somos niños. Sin embargo, a medida que vamos creciendo se imponen otras muchas razones para comer, que no tienen que ver precisamente con el hambre real, o hambre fisiológica.


 1. Los primeros bocados 


De niños estamos menos condicionados por la cultura, las costumbre o los horarios, seguimos un reloj y brújula internos que nos indican cuándo comer y qué comer. Muchos padres ven con consternación como sus hijos desde su trona se niegan a probar cierto tipo de alimentos. Si esperamos un poco, nos relajamos y ofrecemos una variedad de alimentos al bebé, este irá comiendo de manera sana y variada, como si le guiase un nutricionista interior. Los bebés están más conectados con los mensajes que les transmite su cuerpo. Estamos de acuerdo en que dar de comer a los hijos es una responsabilidad enorme, pero también es una expresión de cariño parental en su forma más pura. Es una manera de dar amor. Quién puede resistirse a la emoción de los niños cuando llegamos al colegio provistos de abrazos y napolitanas de chocolate o la satisfacción que nos provoca ver cómo les brillan los ojos ante su pastel de cumpleaños. Bee Willson en su libro “El primer bocado” explica cómo puede ser tan compulsivo comer como el hecho de dar de comer. Es en estas primeras experiencias y en estos primeros bocados cuando incorporamos algunos hábitos alimenticios que explican por qué y en qué ocasiones algunos comemos de forma más emocional.


Por otro lado, es importante que nos guste comer, el alimento activa zonas de nuestro cerebro relacionadas con el placer y se generan endorfinas cuando estimulamos la boca y las papilas gustativas. Esta respuesta es totalmente adaptativa ya que necesitamos comer para sobrevivir, por ello estamos diseñados para que la comida nos guste y nos calme.

 2. Hambre emocional:  Hambre mental y hambre del corazón.


Según la Doctora Jan Chozen Bays, pediatra y maestra Zen, en su libro “Comer Atentos” existen 7 clases de hambre. Entre ellos habla del hambre mental y hambre del corazón, que aquí vamos a unificar en uno solo: Hambre Emocional ya que consideramos que en el hambre emocional están implicadas tanto nuestras creencias como nuestras emociones.



El hambre mental es el que se basa en pensamientos, las creencias sobre determinados alimentos, las ideas, las modas y los juicios. “Debería comer más proteínas”, “Ser vegano es lo mejor”, “Esto ha costado un ojo de la cara, hay que comérselo todo”. Este tipo de hambre deja de escuchar el cuerpo para llenarse de pensamientos y tendencias y se aleja de nuestra verdadera naturaleza, a riesgo de hacernos infelices. Por ejemplo, en invierno es natural que con las frías temperaturas haya más hambre, se ingieren más calorías y se pueda engordar unos kilos de saludable capa de grasa aislante, pero para algunos esto puede ser un gran problema debido a prejuicios sobre el peso o sobre qué tipo de alimentación se “debe” tener. A veces, es muy difícil saciar el hambre mental, porque la mente siempre está en desafío y además viene apoyada del crítico interior. La manera de saciar el hambre mental es a través de la calma, la quietud de pensamiento y tomar conciencia de que obramos como si estuviéramos en un círculo vicioso: acallo mi mente con comida y después me critico por haber comido.


El corazón se nutre a través de la relación y la intimidad con los otros. Muchas personas tienen preferencia por un tipo de comida porque es la que comían con su familia en los momentos felices, rechazan o le tienen manía a otro tipo de comida porque era la que les obligaban a comer en el comedor del colegio. El hambre del corazón también está relacionado con las necesidades de afecto, ya que a través de la comida se liberan los mismos neurotransmisores que cuando entablamos una conversación con un amigo, nos abraza nuestra pareja o alguien nos coge la mano en momentos de angustia. Por ello, y porque la comida está siempre presente, es muy fácil que cuando las emociones o ciertas situaciones nos abruman, acudamos a la comida para gestionarlas. Por ejemplo, cuando nos damos un premio en forma de banquete nocturno después de un largo día de trabajo, o si hemos tenido un desamor acudimos a un gran cubo de helado.


3. ¿Cómo reconocer que estamos comiendo de manera emocional? 


   El hambre emocional es impulsiva, no puede esperar.


   Existe un componente de crítica y culpa movido por la exigencia interna de cumplir expectativas propias o ajenas.


   En el hambre emocional hay muchas emociones implicadas que están siendo difíciles de gestionar. Se utiliza la comida como calmante o anestesia, de tal forma que estamos desviando la solución del problema.


   En muchas ocasiones hay alimentación inconsciente, la persona no sabe que está tratando de calmarse, evitando confrontar un problema o negando una emoción incómoda.


   En el hambre emocional no hay saciedad o puede que muy poco tiempo después de comer se siga sintiendo hambre.


   Suele ser un hambre caprichosa, de comidas específicas como las ricas en azúcar, los hidratos, la cafeína o el alcohol, snacks fritos o salados que estimulan de manera muy rápida los centros de placer del cerebro.


   El hambre emocional puede generar adicción a la comida y trastornos de la alimentación debido a que queda sin resolver el problema que hay subyacente.

 4. Otros tipos de hambre: vista, boca, estómago, nariz y célula. 


Ahora, vamos a hablar del hambre de la vista, el olfato, bucal, estomacal y celular que merece la pena distinguir ya que están implicados tanto en el hambre emocional como en el hambre real.

Hambre de la vista: Quién no ha oído alguna vez que comemos por los ojos, es muy común que, si vemos o imaginamos ese bocado delicioso, nuestro cuerpo responda ante ello. O que si estamos ante algo que no nos gusta, se nos cierre el estómago. No debemos subestimar lo que entra por los ojos. La industria lo sabe muy bien y para ello los orientales son pioneros en la forma de presentar los platos y decorarlos como si los alimentos se vistieran de gala.



Igualmente hemos de identificar el hambre olfativo, ya que el olfato y los olores son poderosos estimulantes de la memoria y el gusto y son capaces de, solo a través del olor, hacer que nuestras tripas rugen de hambre.


Lo que nos lleva al hambre bucal, ya que toda la zona de la boca es erógena y llena de terminaciones nerviosas que mandan constantemente mensajes a nuestro cerebro, de tal forma que se estimula el proceso digestivo muy rápidamente haciendo que nuestro cuerpo quiera más. Para ello la higiene bucal es imprescindible, y la limpieza de la lengua, ya que si quedan partículas de comida en nuestra boca, éstas van a seguir mandando señales al cerebro estimulando el apetito.


Cuando tenemos hambre de estómago es muy interesante diferenciar si hay hambre o hay sed o si tenemos algún malestar que confundimos con hambre. Por ejemplo, la ansiedad o la angustia pueden sentirse en el estómago y confundirlas con hambre, este hecho puede desencadenar de nuevo otro círculo vicioso, ya que el estrés o la angustia no se sacian con comida, dejándonos todavía más ansiosos y culpables por todo lo que hemos comido.



El hambre celular: el cuerpo puede indicar que tiene hambre, hambre real, hambre celular a través de ciertos síntomas como mareos, irritabilidad, dolor de cabeza, sensación de mareo o una pérdida de energía y agotamiento. Normalmente, de adultos hemos perdido la capacidad de escuchar a nuestras células y no sabemos que es lo que necesitamos para estar bien nutridos. Es curioso que cuando estamos enfermos nos conectamos mejor con el cuerpo y sus necesidades y sentimos más ganas de determinados alimentos que son normalmente los que nos vienen bien para curarnos. Sopas calientes y zumos cuando estamos acatarrados….un poco de ayuno o alguna infusión si hay problemas digestivos… Igualmente el hambre celular se puede observar alto y claro en los cambios de estación: en invierno con necesidad de alimentos más calóricos, en verano con alimentos frescos y ligeros. O cuando hacemos ejercicio físico, por ejemplo la necesidad de plátanos ricos en potasio.

  5. Ejercicio práctico para distinguir los tipos de hambre. 


A continuación, os proponemos un ejercicio de escáner corporal y consciente para averiguar ¿Quién tiene hambre? Tu cabeza, tu corazón, la boca, el olfato, la vista, tus células o tu estómago. Según la Dra. Chozen cada hambre está asociada a cada una de las partes del cuerpo: ojos, nariz, boca, estómago, células, mente y corazón.

Este ejercicio lo puedes practicar siempre que quieras y en cualquier momento. Y se trata de repasar y escanear estas partes del cuerpo en busca de respuestas. Es un ejercicio de conciencia plena, despejar un espacio y tomar un momento para repasar las partes de tu cuerpo y averiguar cuáles están implicadas en la sensación de hambre. También podemos darle puntos, siendo 0 nada de hambre y siendo 10 desnutrido.

Vemos unos donuts en la panadería. Tómate un tiempo para ir repasando cada parte de tu cuerpo y hacerte las preguntas que necesites hacerte, toma éstas que te ofrecemos como guía y ejemplo. Después de contestarlas sin juicio, valora del 1 al 10 cuánta hambre tienes de esa parte específica de tu cuerpo. Finalmente, y ya con mayor conciencia puedes decidir si comerlo o no:


Tipos de Hambre / partes del cuerpo

Ojos


Nariz


Boca



Estómago




Celulas

 



Mente




Corazón


Escarner       

¿Se ve delicioso, brillante y apetecible?


¿Me huele genial, me recuerda a mi infancia?


¿Cualquier sensación es preferible a una boca vacía?


¿Después de toda esta comida,

aún necesito llenarme de más grasa y azúcar?


¿Grasa, azúcar? ¿es lo que necesitamos?




¿Realmente me conviene?

¿Me voy a castigar o a sentirme culpable?



¿Cómo me siento emocionalmente?

¿Necesitaría un abrazo, hablar con mi madre? 


Puntuación

1,2,3,4,5,6,7,8,9,10


1,2,3,4,5,6,7,8,9,10


1,2,3,4,5,6,7,8,9,10




1,2,3,4,5,6,7,8,9,10



1,2,3,4,5,6,7,8,9,10




 1,2,3,4,5,6,7,8,9,10 




 1,2,3,4,5,6,7,8,9,10


Una vez que pongas este ejercicio en práctica una y otra vez, aprenderás y sabrás de qué tienes hambre y quién tiene hambre en tu interior para tomar decisiones más conscientes, responsables y libres de culpas, sean las que sean.


  6. ¿Qué puede aportar el coaching nutricional? 


En Terapia Viva, en el proceso de Health Coaching tendremos en cuenta el Hambre emocional desde una orientación que integra emoción, cognición y conducta.


Partimos de la base de que una relación conflictiva con la comida tiene un origen emocional. Si no tenemos un equilibrio emocional en todas las áreas de nuestra vida, esto influirá en nuestra salud, en la manera de alimentarnos y en nuestro estilo de vida, convirtiendo ciertos hábitos y patrones perjudiciales en un círculo vicioso difícil de resolver.


Trabajar con el hambre emocional, no solo tienen como objetivo resolver una ingesta de comida inadecuada, provocada por una deficiente gestión de nuestras emociones, sino que también trabajaremos con el Hambre de Amor, de Reconocimiento, de estar Acompañados, de sentir que Pertenecemos, de tener un Propósito Vital, de cumplir nuestros Sueños y de sentir Alegría.


-Te enseñamos herramientas para que puedas planificar y manejar tu día a día. Enseñándote a comer, a cuidarte física y emocionalmente y a quererte.


-Reflexionamos acerca de tu historia para que puedas entenderte a ti mismo y cómo afecta tu estilo de vida a tu relación con la comida.


-Exploramos las áreas vitales: familia, trabajo, ocio, relaciones, etc, así como tu propósito vital y el sentido de tu vida. Para que no tengas que refugiarte en la comida cuando tengas dificultades y puedas desarrollar otros recursos de afrontamiento.


Para conseguir todo esto, utilizamos las técnicas más efectivas del coaching nutricional y la psicoterapia humanista, así como mindfulness, visualizaciones y comer/ser consciente. Trabajaremos a nivel emocional, en tu autoestima, con tu historia de salud a lo largo de tu vida, en la creación de hábitos poderosos, generación de motivación y reestructuración cognitiva, entre otros.

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